National Geographic. Un equipo de científicos españoles detectó una elevada concentración de estas toxinas en sardinas, anchoas y merluzas pescadas en distintos puntos de la Costa Mediterránea Española, desde el Golfo de Alicante hasta el cabo de Creus, en Girona.
Los autores del estudio, publicado recientemente en la revista Environmental Pollution afirman que, aunque las concentraciones de toxinas no suponen un riesgo para el consumo humano, pone de relieve la alta presencia de estos tóxicos dentro y fuera de la cadena alimentaria.
La investigación incluye el análisis de 55 muestras correspondientes a sardinas, anchoas y merluzas pescadas en el Mediterráneo Occidental, concretamente en los caladeros del Cabo de Creus, el Delta del Ebro y de los golfos de Valencia y de Alicante. Todos los individuos, excepto dos, mostraron niveles de plastificantes de hasta 73 nanogramos por gramo de músculo.
La investigación, liderada por el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEACSIC) en colaboración con el Institut de Ciències del Mar (ICM-CSIC) y el Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC), delimitó diferencias entre las tres especies, siendo la sardina la que acumulaba una mayor cantidad, seguida por la anchoa y la merluza, diferencias, que según la autora principal del estudio, Ethel Eljarrat, responden a las diferentes capacidades de adquisición, bioacumulación y particularidades metabólicas de cada especie. Por ejemplo, explica la científica, los niveles inferiores de toxinas encontradas en la merluza, un depredador parcial de sardinas y anchoas, sugieren que estos contaminantes no son más abundantes en especies más grandes, ya que la contaminación no aumenta de presa a depredador.
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