Reuters. El café ya no es negocio para cientos de miles de agricultores centroamericanos que producen los delicados granos arábica. Cada vez más, están desistiendo de esta actividad, convirtiéndose en parte de un flujo migratorio más amplio que buscar llegar a la frontera entre Estados Unidos y México y que, según cifras oficiales, ha llegado a un récord este año.
Francisca Hernández, de 48 años, contó que alrededor de una décima parte de los 1,000 caficultores de su caserío La Laguneta, en el sur de Guatemala, había salido este año rumbo a Estados Unidos.
Este año ha sido particularmente difícil, según entrevistas con agricultores de la región, los jefes de un instituto cafetero regional y tres nacionales, además de un ejecutivo de una asociación internacional del café que tiene su sede en Estados Unidos.
Agricultores que habían acumulado pérdidas y deudas durante varios años por la caída de los precios internacionales del grano y la pérdida de negocios por la sobreproducción en Brasil, ahora se han visto inundados por un devastador resurgimiento de la enfermedad de la roya.
El patógeno fúngico ha revivido por la intensa humedad traída por los huracanes Eta e Iota que golpearon Centroamérica a fines de 2020, destruyendo cultivos y desplazando a cientos de miles de personas.
“El PIB de los países centroamericanos depende del café. Cuando al café no le va bien, es cuando se ven grandes migraciones de Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua”, dijo René León-Gómez, secretario ejecutivo de Promecafé, una red regional de investigación formada por los institutos nacionales de café de Centroamérica.
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